Nuestra primer portada

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Revista "Madre Tierra"

miércoles, 20 de octubre de 2010

Dr. Laureano Maradona

Razones y propósitos
    A los grandes hombres, a aquellos que pasaron por la tierra para bien de sus semejantes, la posteridad les tributa el homenaje del recuerdo como testimonio de admiración y de gratitud, por las virtudes ejemplares que los adornaron y por los rumbos que perennemente siguen señalando a las sucesivas generaciones.
    La escuela es el taller donde se forja la sociedad del mañana y, en consecuencia, le corresponde honrarlos, exaltarlos y nutrirse de sus enseñanzas. Ellos son la savia que la vitaliza, son numen inspirador de sus sueños esperanzados, son parte esencial de su razón de ser, porque configuran los paradigmas superiores que deben ofrecerse a los alumnos, a fin de su formación en los años escolares primero, y para que más tarde, infundidos de sus ideales y virtudes, sean capaces de afrontar con fortaleza y honradez las contingencias de la vida adulta, imitando sus nobles pautas de conducta.
    El doctor Esteban Laureano Maradona es uno de los modelos ejemplares más perfectos que con ese propósito pueden destacarse, y si tenemos en cuenta su proximidad en el tiempo, uno de los más apropiados para estos momentos.
    En efecto, corren vientos polvorientos sobre el suelo de la patria, vientos que oscurecen y vician el ambiente, vientos de desaprensión y de afanes puramente materiales, que extravían a muchos compatriotas y les hacen perder la más deseable posibilidad que brinda el destino: la realización de una vida que se justifique por su dignidad, por sus virtudes, por su valor trascendente.
    La pureza de la vida de Maradona y su obra filantrópica demuestran que aún hoy puede disponerse de espacio  y de ocasión para cultivar las más altas virtudes individuales y colectivas y constituirse en un prócer de la patria o en un benefactor de la sociedad.
    Consecuentemente con estas convicciones y con el afán educativo que se ha expresado, la Dirección y el Personal Docente de la Escuela Nº 591 han querido rendir a ese médico y filántropo - hijo y orgullo de nuestra tierra - un sentido homenaje, en cumplimiento de un acto de la más estricta justicia, y con el designio de brindar al alma y la inteligencia de nuestros niños un luminoso modelo de vida.
    Como corresponde a la naturaleza del tema y al carácter del propósito, la Escuela se ocupó, además, por obtener sobre Maradona y su obra una versión que fuera incuestionablemente fidedigna. Ese deseo, afortunadamente, se ha visto concretado de una manera que colmó las más ambiciosas aspiraciones, pues el trabajo que se obtuvo, y que ofrecemos a continuación, fue escrito por el amigo al que Maradona confió una honrosa custodia póstuma: "a usted, que conoce mi vida mejor que nadie, le encargo que si después que yo muera se habla de mí, cuide que siempre se diga la verdad. Si se afirmara alguna inexactitud, aunque esa inexactitud me favorezca, desmiéntala". Verdaderas frases de oro, que patentizan la honestidad cabal de Maradona, y que a la vez, obligan al amigo a cumplir una insoslayable responsabilidad.
    El trabajo del comandante Bassanese - fiel trasunto del cariño y la emoción que inspiraba Maradona - reúne, entonces, todos los requisitos para ser reconocido y aceptado como serio y exacto. Tiene, además, -vale recalcarlo- la importancia capital del testimonio directo, madurado a través de una relación estrecha y prolongada, pues se conocieron en la selva formoseña cuando el autor era alférez de la Gendarmería Nacional con destino en la zona, y desde entonces mantuvieron una amistad entrañable. Es el más íntimo amigo que tuvo Esteban Maradona en los últimos 35 años de su vida, y en virtud de esa condición, representando a los amigos del  doctor Maradona, habló en su sepelio.
    El presente relato contiene algunos pasajes de su libro inédito "El Médico de la Selva", que a nuestro pedido, él mismo adaptó para el uso escolar, deferencia que sinceramente agradecemos.
LA DIRECCIÓN DE LA ESCUELA Nº 591.                                                               
Maggiolo, Julio de 1996.

Fuente: Pampa Gringa

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