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Revista "Madre Tierra"

miércoles, 25 de enero de 2017

Euforia renovada por Abel Pintos en Cosquín


Abel Pintos regresó a Cosquín luego de dos años, con sus nuevos éxitos de pop internacional, y algunos temas folclóricos en la Plaza Próspero Molina al 95 por ciento de su capacidad.
Abel Pintos volvió a hacer furor en el Festival Nacional de Folklore de Cosquín: dos años después de su última vez, este miércoles desde las 00.30 convocó a alrededor de 8.500 personas, durante una hora en la Plaza Próspero Molina, que llegó al 95 por ciento de su capacidad. En su show en la Cuarta Luna coscoína hubo mujeres de varias generaciones -y también varones- seducidos por el color de pop internacional de los hits de su nuevo disco 11. A la par ofreció algunos temas folclóricos y tuvo un solo invitado de prestigio: el cantante y guitarrista no vidente Nahuel Pennisi.
“Cuando quieras caminar, no me importa dónde vas, quiero ser tu acompañante”, ofreció Abel Pintos en su pieza Motivos cuando iba una hora de show, y cientos de voces corearon embelesadas en las plateas. Al medio de la Plaza se multiplicaban otros gritos: “¡Abajo! ¡Córranse del pasillo!” o “¡no puedo ver, llamen a seguridad!”. La tensión convivía con la suavidad y con sus mensajes de esperanza y amor. “¡Hermoso regalo, familia!”, dijo Abel, cerrando los ojos al cielo.
La vibración de su banda, ampliada con un trompetista y un guitarrista que potenciaron el tenor pop exportable que generan sus canciones (las nuevas, y varias anteriores con nuevos arreglos de vientos). El recital había comenzado a las 12.30: con un saco blanco tres cuartos con bordados negros, apareció para sus primer éxitos en plan de seducción para 11: Cómo te extraño y Pájaro cantor, esa que dice: “Este sueño añil de pájaro cantor que canta hasta morir”.
Las chicas (y los chicos) formaban un coro unánime y las voces crecieron en euforia, con él, como él, cuando largó Oncemil, también de su disco nuevo: No me gusta herir a quien amo, no me gusta traer el pasado, aquí, al presente. No me gusta sentirme ausente cuando tú vives a mi lado”. En eso bajó revoluciones y se expuso: “Me hace feliz que me reciban de esta manera después de tantos años. Me encanta acompañarlos”, dijo antes de “una sorpresa”. Y reveló: “Una canción que no cantamos hace años en un recital”. Un aire de chacarera y un código de fe para tantas abeleras que lo siguen desde todo el país: Peregrinos. “Hallaré en el camino alguien como yo, somos peregrinos cruzando la inmensidad”.
No habrá forma de atenuar la conmoción de toda esta gente. “A todos los peregrinos y peregrinas que andan tantos caminos con nosotros”, dijo Abel, y les dedicó su zamba Solo, y en la que expone la ductilidad de sus agudos, sobre todo en la modulación del estribillo. “Sabrá mi tiempo de transcurrir, pero de olvidarte jamás sabrá”. ¿Con qué secretos conectará Abel, cada vez?
Los coros se apaciguaron en celulares encendidos cuando rescató El río va, aquel rasguido doble que grabó 13 años atrás con Teresa Parodi. “Y vos y yo ya hemos aprendido que es mejor soñar, salimos victoriosos de la soledad, cantando con el alma”. Había que darse aire y dulzura hasta que volvieran los éxitos magnéticos.
“Muchas veces nos encontramos y deseamos tener la suerte de trabajar juntos Cosquín es un lugar especial y aquí se va a volver realidad”, contó Abel. Allí llamó a Nahuel Pennisi, cada vez más prestigioso, quien arrancó las primeras estrofas de la canción El corralero, del chileno Sergio Sauvalle (que plasmó en la memoria de los años 70 Hernán Figueroa Reyes). Abel le siguió, con sus coros altos, y remataron al unísono, evocando a otra clase de amor: “Como pretenden que yo, que lo crié de potrillo, clave en su pecho un cuchillo, porque el patrón lo ordenó”.
Al instante siguieron con Chacarera de las piedras, de Atahualpa Yupanqui: la frasearon con intensidad y matices. Las chicas no lo corearon: algunos mayores, tampoco. ¿Qué pedían las incondicionales? El Abel Pintos pop iba a recuperar su lugar en el Cosquín folclórico: su guitarrista Marcelo Predacino pasó a los tambores, con la banda a tope y algunos toques electrónicos, en la canción que grabó con la española Rozalén: Asuntos Pendientes: “Me equivoqué, no supe amar, quiero aprender, andar en la verdad…”.
La noche bordeaba su segunda mitad: Abel conmovió con Sueño dorado, el primer corte que compuso en su vida: más aullidos para el cantor. Y expandió esa voz en otro tema íntimo de su nuevo disco 11, Mariposa: “Entre el perfume suave de las rosas de nuestro jardín, con el abrazo de la mariposa, te posas en mí”. Los indignados por la gente parada que obstruía su visión de Abel, se aflojaron, al fin, con Motivos y fluyeron aún mejor con De sólo vivir. Él nunca se enteró, conectado consigo: “¡Que se oiga el grito de esta noche!”.
Gestualidad escénica y pasos en el escenario: era tiempo de irse yendo. Primero con Cuántas veces (mezcla de cumbia y reggae, acentuada por los arreglos de vientos) y Crónica (más cumbia familiar). Con la voz reacomodada tras el nuevo agudo, confió: “Ustedes que vienen desde tantos lugares, que traen su carteles y sus materas, cantando cada canción. ¡Gracias, familia!”.
A-Dios iba a ser el último tema formal: se retiró unos segundos y volvió con una remera roja y su sombrero negro de ala ancha para los bises: Bella flor y la reflexiva Re-evolución: “Cuando cae la noche azul luna llora sobre el mar, nadie duerme por aquí, todos salen a cazar… su amor”. Aún quedaba dos horas de Tercera Luna, pero apenas dijo adiós, los recovecos sonoros y amorosos de las peñas -alternativas al Festival- gran comenzaron a poblarse de poco con todas las chicas y los chicos de Abel Pintos.

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