Nuestra primer portada

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Revista "Madre Tierra"

domingo, 31 de marzo de 2013


HISTORIANDO CANCIONES 

 
TRAGO DE SOMBRA
Zamba
Música: Eduardo  Falú - Letra: Jaime Dávalos






Y es el mismo Jaime Dávalos quien nos cuenta estas historias fantásticas en las que no sólo se trasluce la profunda amistad que los une, sino también la genialidad creativa de dos hombres superlativos, representantes de nuestra cultura musical.
"Siempre soñando la música, su lenguaje viejo como el mar, su lenguaje solicitando la palabra que lo contenga, he oído una y mil veces la canción que mi amigo jugaba y hacía entre las cuerdas arrancándoles la luz, la visión del mar.  Yo lo veía al mar, veía también la cordillera donde la tonada valsea entre la sucesión navegable de filos azules, de oleaje geológico, la lejanía... Una nostalgia antigua de Dios me hizo juntar mar y cordillera para que al borde de la más cósmica desolación  el amor hallara sus palabras”.
"...Y nunca te he de olvidar..." sobre la arena con una vara de tamarindo, ella escribió su juramento antes de separarnos. ¿Era en los médanos de la cordillera? ¿Era en la playa de aquel río furibundo que bajaba de la montaña revolcándose en su lodo y su espuma? ¿Fue allá en las arenas donde el mar en semicírculos tendía sus burbujeantes redes bajo las menudas patitas de las gaviotas?”
"...el viento lo fue borrando..." ¿qué fundamento puede ser si no está escrito en el hueso, si no lo grabó la sangre, más fuerte que la muerte o el olvido?”
El amor es eterno en el instante, su densidad un impulso que lo proyecta de vida en vida hacia la perfección final.
Y mientras Eduardo ajustaba los dedos a lo que quería decir y cómo lo quería decir, me afanaba por que la palabra fuese la que me dictaba la música, la que me decía en bulto alucinándome al oído, demandándome este corazón que se ha de comer la tierra".
"Tenía yo diecinueve años cuando ví por vez primera el río Paraná. Vine al sur en un tren de carga con tres changos más: El Polaco, El Coya y Germita. Tres reos de esos que nos regala la frecuentación de una esquina, un sentimiento solidario de barriada, la luna, el pucho, los sueños sin salida de la adolescencia. Nos bajamos del carguero en Campana, y fuimos a pedir comida al puerto porque de tanto tomar mate cocido veíamos verde hasta las salinas. El río nos manifestó su generosidad en aquellos marineros de remolcador que nos regalonearon con todo lo que tenían. El río color puma, pasaba relamiéndose los cascos de las balsas y canoas, mientras mis ojos rajados de ver país adentro sus desolaciones resecas, también lo lamían, lo acariciaban enmelándose en la untuosa luz de su movediza pradera de aguas.  Ahí debe haber nacido esta canción, nació en mi sangre como un diálogo mudo con el río".
"Dame a beber de tus ojos,
 dos tragos de sombra
 de tu corazón".
"Con el ocico sumido como zorro que a (sic) chupao alumbre, entró silbando Eduardo. Yo habitaba entonces uno de esos anticipos de la cobacha, un departamento donde la luz era un rezagado y pálido recuerdo del crepúsculo. La llegada de mi amigo me traía una euforia festiva de preso en día de visita. No me faltaba un chango entre mis hijos para que oficiara de "andá trai" y enseguida fleteábamos al almacén a uno para que nos arrime un trago inductor de la confidencia.  Tras largo charlar no bien se nos agotaban las novedades venía la pregunta de siempre:
  -- Y... ¿Qué estás haciendo? -- Ya sabía yo que alguna melodía se le desovillaba en aquel silbidito augural con que había traspuesto la puerta.
Aquel día comenzó a silbarme lo que después iba a ser la zamba "Trago de Sombra", pero a esa distancia mano a mano me cosquilleaba el oído como si se me metiera un mosquito.
  -- ¿Baisano, bara qué la hací? La llena la oreja di baba y vientito ché, a la bobre compagre Dávalu.--
Falú se rió con esa lozana generosidad de siempre, aunque a ningún pelao le gusta que le tomen el pelo y me pidió la guitarra, ya sabía que mi guitarra era una de esas de mala muerte, que sin más pretensión que la de acompañar el canto, nacen destinadas a ser tablas de lavar penas o ponchos de algún oyente descomedido.
--¡Linda guitarra! ¿Ladronde l'as sacao? -- y siempre en tono de broma añadió, ya para darme jaque mate aprovechando el estupor mío:
--Que, l'as cambiao por un balde?...--
Balde y todo, aquella guitarra flaca e introvertida (regalo de mi amigo César Espejo) y más tímida que perro retao, en las manos del mago se puso lujosa de sonidos y nos ató una vez más el corazón en el canto: dio a luz "Trago de sombra”.

Fuente: Juan Carlos Fiorillo.-

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