El rutukuy (primer corte de cabello)
Chuhcha Rutukuy, es una voz
compuesta de origen quichua, "Chuhcha" significa cabellera y
"Rutukuy" es el acto de tonsurar o recortar por primera vez el
cabello de un niño. Aún subsiste entre las familias aborígenes de la quebrada y
puna y sus descendientes, una antiquísima ceremonia llamada "Chuhcha
Rutukuy".
Consiste
en el primer corte de cabello que se le hace a los niños, habida cuenta que, de
acuerdo con esta creencia ancestral, hasta cierta edad no se debe hacerlo para
no atraer sobre la criatura enfermedades, daños o algún tipo de maleficio que
de una manera y otra, signarían perniciosamente su destino.
La
virginal tonsura da motivo para que se la considere todo un acontecimiento
familiar y sea celebrada entre amigos y parientes en una alegre fiesta, donde
el ceremonial varía de una comarca a otra, si bien no difiere en lo
fundamental. En principio, se designan los padrinos del niño que ejercerán a lo
largo de su vida una tutela a la manera cristiana; ellos y los padres serán los
encargados de ejecutar las ofrendas debidas a la pachamama como preámbulo de la
diversión, sin perjuicio que, a continuación, cada uno de los invitados haga lo
propio.
Promediando
el agasajo, se entregan tijeras a los padrinos que proceden a cortar una
pequeña trenza de la cabeza del párvulo, que guardarán con celo y cariño por su
doble condición de talismán y parentesco. Ello obliga a retribuir la distinción
y luego del tijeretazo inicial, se depositan en la bandeja que un asistente
presenta, obsequios en dinero, en oro y otros presentes.
Suele
prenderse a veces en la ropa del niño, el dinero que se obsequia hasta cubrirlo
por completo en ocasiones en las que, padrinos y asistentes, disfrutan de
cierta holgura económica. Los invitados, hacen lo propio con las trenzas del
niño y los regalos, sin que, cuando las primeras se acaben, se suspendan los
obsequios.
Los
valores mágicos que el hombre adjudica a sus cabellos en la puna, tuvieron
vigencia en las más lejanas y primitivas civilizaciones de la humanidad. Sin
aparente conexión unas con otras, diferentes culturas le concedieron al cabello
cualidades esotéricas similares, como continuación de la figura misma del
hombre, que crece y se expande a la manera de los rayos de un sol o con la
simbólica finura del pensamiento, fuente invisible quizás de su materialización
exterior.
Pablo
Fortuny recoge en los valles calchaquíes una superstición difundida entre los
aborígenes, vecinos cercanos de nuestros puneños: "los cabellos que se
cortan deben ser enterrados o quemados. El pisarlos trae desgracia o
enfermedades. Suelen, para evitar lo expresado, colocarse en los intersticios
de los adobes". También está difundida la creencia que el que tiene
mechones ajenos puede controlar la conducta del que lo ha perdido, hasta tal
punto que hiriendo el cabello se hiere a quien fue su dueño.
Los incas
por su parte, como dijimos, guardaban en lugares sólo conocidos por ellos los
cabellos y las uñas cortadas. La razón de tal medida se explica en el "próximo
vivir", es decir en la resurrección, momento en que tendrían necesidad de
recobrarlos.
Quizá por
todo lo expresado, durante el Chuhcha Rutukuy, los cabellos del hijo amado irán
con quienes lo quieren bien y los depositarios a su vez tendrán su cuota de
protección, pues todo lo que provenga de un ángel o su extensión tiene amparo
de los dioses por su incontaminada pureza y su natural alianza con la bondad infinita.
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