Delfor
Sombra: “Significa mucho poder están en Casa de La Pampa”
El
músico pampeano fue entrevistado en Radio Nacional Folcklórica, donde repasó su
presente, su historia de vida y su vinculación con la música regional.
Los años pasan y el maestro Delfor Sombra sigue,
incansable, transitando la “huella de ida y vuelta”. Porque siempre vuelve al
pago, a su Santa Rosa natal, a ese suelo árido y añorado que lo vio crecer y
sembró en él la semilla del cancionero pampeano.
Radicado en México desde 1976, Delfor Sombra siempre
está volviendo. Y esta vez, su regreso lo trajo a la Casa de La Pampa, donde se
presentó el pasado 26 de abril ante una nutrida concurrencia que se deleitó con
temas como “La milonga de andar solo”,
“Cuatro estrofas”, “Vidalita de los llanos”, “La Chilquita” y el clásico de
Roberto Yacomuzi y Lalo Molina, “Huella de ida y vuelta”, canción que marcó a
fuego la vida y la historia del músico pampeano. “Significa mucho poder estar en Casa
de La Pampa”, dijo Sombra en su presentación. “Se siente muy rico venir a la
casa de uno, sobre todo en mi caso que cuando vuelvo al país, vuelvo a mi casa
que es el país y a mi otra casa que es La Pampa”, añadió.
Durante su paso por Buenos Aires, el maestro santarroseño
fue invitado a Radio Nacional Folcklórica, donde repasó su presente, su
historia de vida y su vinculación con la música regional. Te invitamos a
disfrutar la entrevista a Delfor Sombra.
-
A usted es difícil catalogarlo. Pero está dentro de lo que se conoce como La
Nueva Canción Latinoamericana. ¿Se siente parte de ese movimiento?
- No soy yo quien deba decirlo. En algún momento, hace
unos 40 años si estaba vinculado con el movimiento de La Nueva Canción. De
hecho se habla de que pertenezco a ese movimiento. Puede ser. En aquella época empezamos
a hacer con otros músicos en La Pampa una canción, no se si nueva, pero sí una
canción que nos representaba. Creo que de ahí vino el mote. Yo solo se que me
gusta la música. Yo soy un músico que canto y compongo. Y lo hago enserio. Después,
desde qué lugar, no lo se.
-
¿Hay algo de la música que no le guste?
- Me gusta todo. Y lo viejo con más razón. Yo escucho
la milonga en dos tonos, no más. Tocada por Yupanqui, desde ya. Porque de ahí
vengo. La música es una sola. No porque tenga dos tonos es mala y no porque
tenga cien es buena. Es mala o es buena.
-
“Huella de Ida y Vuelta” es una canción de 1978, previa al golpe cívico-miliar
y previa a su partida a México. Es una canción que a usted lo ha marcado, que
lo ha identificado, porque desde 1976 ha hecho esa huella de ida y vuela para
volver a sus pagos. ¿Se puede decir que es una canción que estaba predestinada
para Ud.?
- Sí. Ha sido como la bandera, como la tabla del
naufrago –parafraseando a Edgar Morisoli- a la que uno se aferra en la soledad
y en la lejanía, sin saber si uno va a volver o no. En aquel momento pensaba
que no. Como decía el viejo Yupanqui: “¿qué es lo que lo salva a uno? … la
canción”.
-
Es como que la canción le marcó el destino…
- Tal vez sí. En ese momento, además, “Huella de Ida y
Vuelta” no tenía nombre. Yo la grabé en 1978. Y hablando con Roberto Yacomuzi y
Lalo Molina les pedí que me dieran el título. Y no tenían ninguno. Entonces yo
le puse el nombre en México. Y la llamé “Huella de Ida y Vuelta”.
-
México ha sido muy importante en su vida personal y en su carrera. Cuéntenos un
poco sobre su experiencia en ese país.
- Cuando yo llegué a México, en 1976, no creía que
podía vivir de la música, porque yo acá no vivía de la música, aunque sí lo
hacía de manera profesional. Cuando llegué formé un grupo con el que nos fue
muy bien y conocí músicos de otros países, con los que grabé discos e hice
muchas giras. Eso me abrió el panorama y estuve cuatro años tocando con Alfredo
Zitarrosa. Hasta que en 1982 me animé y me fui como solista. En eso México ha
sido muy generoso con nosotros, los que llegamos como exiliados. Nos abrió las
puertas para nuestros trabajos, para nuestros hijos, para que pudieran
estudiar, y para poder vivir de la música, que es muy difícil.
-
Usted se fue un 30 de noviembre de 1976. ¿Cuánto tiempo pasó hasta que volvió a
la Argentina?
- Fueron casi 7 años. Volví a fines del ‘82. Después
he venido mínimo dos veces por año, pero ha habido años en que he llegado a
venir cuatro o cinco veces.
-
¿Qué música hace en México?
- Yo mezclo la música. El repertorio no está peleado.
Yo puedo cantar una canción venezolana, chilena o uruguaya. A mí manera, claro.
Busco que el texto tenga que ver con el lenguaje de la América Latina. Y como
sus dolores y sus alegrías son las mismas, la canción se adecua sin ningún
problema.
-
¿Aquí en la Argentina recorre mucho el país tocando?
- Sí, siempre que me invitan vengo. Pretendo
presentarme en la mayor cantidad de localidades que puedo. Es un poco difícil
porque yo estoy solo, no tengo un representante que se encargue de eso.
-
¿Cómo es la experiencia de cantar en Cosquín?
- Siempre es lindo poder tocar en el país y en los
principales festivales. Cada vez que nos dan el lugar lo hacemos. Yo tuve la suerte
de estar en estos últimos años en Cosquín. Hemos luchado, hemos trabajado y nos
hemos preparado toda la vida y no vamos a cambiar eso ahora que tenemos un
lugarcito donde nos permiten subirnos al festival y cantar.
-
¿Siente que es reconocido?
- Todavía no. Pero bueno, uno es reconocido de alguna
manera desde el momento en que lo dejan subir a tocar. Ahora, es deber nuestro
defenderlo. A mí me gusta, es un desafío. Este año por ejemplo, yo canté un
estilo en un lugar donde todas las noches transcurren al fragor de las
chacareras, de los bombos y la parafernalia de los sonidos fuertes. Es
desafiante y yo lo disfruto mucho.
Delfor Sombra disfruta y es feliz cada vez que sube a
un escenario. Y no hace falta mucho. Solo necesita su guitarra, su voz y su
talento. Ese mismo talento que lo llevó a integrar el grupo “Sombrarena” antes
de un duro destierro. Que lo proyectó en “Sanampay”, rodeado de músicos
latinoamericanos. Que le permitió llevar el cancionero pampeano a cada uno de
los rincones de muestra América Latina y lo subió al escenario con artistas de
la talla de Alfredo Zitarrosa.
Así es Delfor Sombra. Un pampeano de pura cepa que no
se cansa de transitar la “huella de ida y vuelta”. Huella que cada año lo trae
a La Pampa. A su casa. A ese lugar de
donde nunca termina de irse.
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