En la particular manera de ver la vida que tienen los habitantes del altiplano(he encontrado referencias a aymaras y quechuas, pero no se si es cierto para ambas culturas) existe muy arraigada la tradición del sirviñaco; tambien se le llama tanta qhatu (o unión de hecho, como siglos después decimos "nosotros"). La china (muchacha) y el huayna (joven) se juntan para vivir en común. Si la cosa funciona y hay buen entendimiento, se procede posteriormente al matrimonio.
Cuándo llegó el clero católico, con tanto celo como poco tacto, intentó eliminar esa costumbre a la que llamaron concubinato. El caso es que la institución del sirviñaco no era ninguna tontería y garantizaba la estabilidad de las parejas entre la población campesina. Simplemente, cuando dos personas se amaban y no tenían otras obligaciones sentimentales, y decidían casarse, se proponían primero hacer un periodo de sirviñaco, un matrimonio de prueba.
Primero los novios, luego las familias llegan a un contrato en el cual se estipula que ambos jóvenes –o no tan jóvenes- deciden compartir casa y cama y alimento durante un periodo determinado, seis meses, un año, en el que ambos podrán darse cuenta si son el uno para el otro, o si la cosa no funciona y no va a funcionar. Finalizado el plazo de sirviñaco, se reúnen con las familias y dicen si, si, o no, no; si no están de acuerdo se termina el noviazgo y cada uno para su casita, o bien se casan, definitivamente, en fecha futura.
Euardo Falú le puso música a la letra de Jaime Dávalos (dos enormes artistas de nuestro querido país) para este bailecito, en el que afortunadamente, la picardía y el buen humor le ganan a la discusión teológica. Está muy logrado el modo indígena de expresar el habla castellana, que confunde entre sí las diversas vocales, como en la copla boliviana: "Si mi querís/ no mi queres/ avísame con tempranito/ para poderme buscar una chola/ de otros barrios más mijores"
Cuándo llegó el clero católico, con tanto celo como poco tacto, intentó eliminar esa costumbre a la que llamaron concubinato. El caso es que la institución del sirviñaco no era ninguna tontería y garantizaba la estabilidad de las parejas entre la población campesina. Simplemente, cuando dos personas se amaban y no tenían otras obligaciones sentimentales, y decidían casarse, se proponían primero hacer un periodo de sirviñaco, un matrimonio de prueba.
Primero los novios, luego las familias llegan a un contrato en el cual se estipula que ambos jóvenes –o no tan jóvenes- deciden compartir casa y cama y alimento durante un periodo determinado, seis meses, un año, en el que ambos podrán darse cuenta si son el uno para el otro, o si la cosa no funciona y no va a funcionar. Finalizado el plazo de sirviñaco, se reúnen con las familias y dicen si, si, o no, no; si no están de acuerdo se termina el noviazgo y cada uno para su casita, o bien se casan, definitivamente, en fecha futura.
Euardo Falú le puso música a la letra de Jaime Dávalos (dos enormes artistas de nuestro querido país) para este bailecito, en el que afortunadamente, la picardía y el buen humor le ganan a la discusión teológica. Está muy logrado el modo indígena de expresar el habla castellana, que confunde entre sí las diversas vocales, como en la copla boliviana: "Si mi querís/ no mi queres/ avísame con tempranito/ para poderme buscar una chola/ de otros barrios más mijores"
SIRVIÑACO
Yo te’i dicho: nos casimos;
Vos diciendo que tal vez.
Sería bueno que probimos,
Pa’ ver eso qué tal es.
Te propongo Sirviñaco,
Si tus tatas dan lugar;
Pa’ l' alzada del tabaco,
Vámonos a trabajar.
Te compraré ollita nueva,
En la feria 'e Sumalao.
Es cuestión de hacer la prueba
De vivirnos amañaos
Y si tus tatas se enteran,
Ya tendrán consolación.
Que todas las cosas tienen,
Con el tiempo, la ocasión.
Y si Dios nos da un changuito,
A mí no me ha de faltar
Voluntad pa’ andar juntitos,
Ni valor pa’ trabajar.
Te propongo como seña
Pa’ saber si me querís,
Cuando vas a juntar leña,
Silbame como perdiz.
Jáime Dávalos Eduardo Falú.-
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