Cada 6 de diciembre se celebra el Día Nacional del Gaucho, en conmemoración a la publicación de la primera parte de la novela El gaucho Martín Fierro, de José Hernández, obra que es considerada la más importante de la historia literaria de la Argentina. Fue oficializado el 15 de diciembre de 1993, por sanción de la Ley Nº 24303.
A través de uno de los personajes más representativos del ser nacional, Hernández puso todo su empeño en defender a los paisanos de las injusticias que se cometieron contra ellos. Martín Fierro cuenta la historia de un gaucho de la región pampeana.
A principios del siglo XX, el gaucho empezó a ser visto como un arquetipo de la nacionalidad argentina, es decir, la figura que mejor representa a nuestro país, recordándolo nos reencontraremos con nuestras raíces y nuestra propia identidad nacional.
Por eso, se decidió ligar el nacimiento del autor del Martín Fierro, el 10 de noviembre, con la celebración de la tradición argentina; y la fecha de la primera edición de su obra con el reconocimiento a la figura del gaucho.
Su origen se remonta al 1600, cuando las llanuras a ambos márgenes del Río de la Plata estaban repletas de ganado salvaje llegado a estas tierras con Pedro de Mendoza, el primer adelantado del Río de la Plata, en 1538.
En ese entonces el gaucho era el habitante vagabundo de las pampas, que viajaba sin rumbo fijo en su caballo, con boleadoras, poncho, lazo, cuchillo, yerba mate, sal, tabaco, como único equipaje, y a veces acompañado por una mujer.
El gaucho de cada región del país tiene sus propias características y usa distinto atuendo que se adapta a las necesidades e inclemencias de cada geografía.
El comercio de cueros y carne de ganado cimarrón (salvaje), muy preciados por los comerciantes europeos y portugueses del Brasil, generó la fuente de sustento de los paisanos —criollos, mestizos y mulatos— que vivían libremente en las pampas, sin empleo fijo, cazando y cuereando a estos animales.
En las excursiones de caza llamadas vaquerías, derribaban a las vacas con sus boleadoras (arma de origen indígena, que consta de tres bolas de piedra, madera o metal, recubiertas en cuero, y atadas entre sí desde los extremos con lonjas de cuero, que se revolean y se lanzan a las patas del animal para derribarlo).
También usaban una caña larga con una medialuna de metal afilado en la punta, para cortar los tendones de las patas traseras del ganado, mientras lo perseguían a caballo.
La insaciable demanda del cuero, por parte de Europa, hizo que el ganado cimarrón desaparezca prácticamente del litoral argentino, siendo los más beneficiados los comerciantes portugueses.
Además, los gauchos debían competir con los indios, quienes también se dedicaban al negocio de los cueros.
Su destino, entonces, fue diverso; algunos se alistaron para luchar en las montoneras con los caudillos federales, alcanzando con esto un nuevo y mejor status.
Otros se emplearon como peones en los saladeros de carne, o trabajaron en las haciendas, de esto último deriva el nombre genérico “gauchos” para todos los hombres de campo, de a caballo, sean éstos peones o estancieros, quienes se enorgullecen de vestir a la usanza gauchesca como identificación con su labor y su tierra.
El gaucho fue marginal, pero aún así se lo veía con mucho respeto, por ser libre, duro, por su extraordinaria destreza como jinete y ser hábil con las manos, por su solidaridad y su ingenio. De esta admiración surgió la poesía gauchesca, sus escritores utilizaban el lenguaje gaucho, sus dichos y sus ideas.
Las comidas del gaucho son: el asado, las empanadas, el locro, el arrope, el puchero con caracú. Nunca falta el mate, y si es con tortas fritas, mejor.
La figura romántica del gaucho, como hombre independiente y rudo, pero leal y sabio fue emblemática para autores como José Hernández, que escribió el “Martín Fierro”, donde el gaucho toma dimensión de héroe, o para Ricardo Güiraldes, que en “Don Segundo Sombra” narra sus vivencias junto a estos hombres de campo en el pueblo de San Antonio de Areco.
Estos relatos, como tantos otros han hecho del gaucho un personaje mítico, que con el tiempo se fue transformando en un arquetipo de los “valores esenciales del ser argentino”.
Hoy en día, el gaucho vive austera pero confortablemente (se lo ve también andando en 4x4) en contacto con la naturaleza, conservando tanto sus costumbres rurales, sus tradiciones como así también su medio ambiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario