Caminando por las calles de Buenos Aires, maquillada y producida, casi nadie le dijo ni mu a Soledad durante unas 20 cuadras. Un joven que juntaba cartones le gritó desde el otro lado de la calle, y ella le contestó como si estuviera en el campo, con otro grito, afectuoso. Ya dentro del shopping, donde se disponía a comprar unos regalos, el mismo joven la frenó: la había seguido. “A vos acá no te conoce nadie”, le dijo.
Soledad se divierte contando la anécdota, que terminó con el cartonero y un café de por medio. Sonríe con su sonrisa perfecta, y acompaña el cuento con el agradecimiento de poder moverse con tranquilidad... incluso por las calles del mismo Cosquín en el que aquella adolescente cambió su historia y encabezó el último gran movimiento del folklore argentino, a mediados de la década de 1990.
“He caminado por esa calle muchas veces entre medio de la gente. Salvo los más fanáticos, en general me suponen más grandota. Me pasa mucho”, detalla, y cuenta que la última vez que cantó en Cosquín fue al popularísimo balneario Playas de Oro de Carlos Paz, y con una gorrita pasó inadvertida. “Está bueno, a mí me beneficia. Lo más difícil de ser artista, y sobre todo siendo mujer, es que uno quiere estar siempre bien, desde lo estético o desde lo anímico. Controlar eso con la gente es muy difícil, y a mí me costó mucho. Si bien parezco avasallante en el escenario, en la vida real me gusta otra cosa. Cuando alguien empieza a gritarme en la calle probablemente quisiera que la tierra me trague. Pero entiendo que el público no pueda pensar que me pondría tímida, y esa timidez se puede confundir con ‘qué odiosa que es esta mina’”.
Soledad es encantadora. En la confitería, o antes, durante y después de cantar unos temas en el balneario Azud Nivelador, se tomó selfies (los nuevos autógrafos) a granel, habló, cantó y sonrió para todos y todas. Siempre se muestra sencilla y generosa. Y aunque no ha perdido ni un ápice del encanto de aquella adolescente explosiva y de su cercanía con los grandes o con los chicos, también se propone desafíos complejos para su carrera. “Tengo claro qué es lo que quiero hacer, pero no me animo”, arriesga, y cuenta que tiene en su computadora todas las carpetitas con sus ideas guardadas, esperando salir.
Allí llega la confesión inesperada: la deuda pendiente que tiene es encontrar el disco 100 por ciento Soledad. “En la carrera de los artistas siempre hay un disco que es ‘El’ disco, donde al escucharlo uno dice que ahí está la esencia pura del artista. Todavía estoy en busca de eso”.
Soledad asegura que hace tiempo que está componiendo, y que tiene preparadas canciones como para sacar un disco ahora, pero: “Las características de ese disco no son las del que estoy buscando. Sé que va a funcionar, sé que va a estar bien, pero estoy pensando ir un paso más allá”, dice.
Casi en paralelo, la Sole tiene preparado un gran show para esta noche, con sólo dos canciones y media (un pedacito de El tren del cielo) iguales al que ofreció para sus 20 años. “Hay muchas inéditas, la mayoría mías, junto a otros autores. La idea es apostar. No es lo mismo un show para un festival que pensar un disco”.
–¿Cuando ves los discos editados te encontrás vos?
–En esencia, sí. Ahí está siempre una mujer soñadora, avasallante, intuitiva. Después, como me cuesta mucho decir que no eso me ha llevado a hacer cosas que no eran exactamente lo correcto, por agradar. Mi gran defecto ha sido querer agradar siempre. Un periodista me dijo que quizás llega el momento de no tener que agradarle a todo el mundo. No me voy a convertir en un monstruo, pero por ahí uno se olvida de lo más importante, que es agradarte a vos.
–¿Qué creés que no te perdonarían tus fans? ¿Un disco de rock?
-Los fans me perdonarían muchas cosas, pero no que yo no sea yo. De todos modos, el público elige diferentes facetas de Soledad. Podría abordar muchos géneros: me gusta el bolero, el rock, la cumbia, el folklore. Cuando canto otros géneros siento que lo puedo hacer, pero no significa que eso sea lo que la gente elija de mí. Hoy estoy en un momento de mi vida y de mi carrera como para despeinarme un poco. Salir un poco de la estructura... y esto no tiene nada que ver con hacer o no folklore. Esa discusión es antigua. Creo que lo que logré con los años es la identidad, y lo que me cuesta es mantener la identidad. La impronta está dada por el color de la voz, la interpretación, pero musicalmente siento que hay un gran desafío.
–¿Pasa también por un hit?
-Los hits ayudan y mucho, pero tampoco es eso. Hace años que no tengo un hit. El tren del cieloes de 2006. Pero siento que lo que te sostiene es el vivo, y los medios que me han elegido como un personaje que incluso supera al artista. A veces pasan especiales de Soledad en la tele... ¡Y no sé por qué los arman! Evidentemente hay una crisis de personajes en todos lados, no en la música, y los que estamos desde hace tempo vivimos una situación de privilegio.
–En aquellos años de Cosquín, ¿imaginabas a la mujer en que te ibas a convertir?
–Es difícil. En mi caso, todo lo que me ocurre es como muy lejano a lo que uno hubiese podido pretender, casi como un cuento de hadas. Lo digo así para que se pueda interpretar la diferencia abismal de lo que ocurrió, no porque sea un cuento de hadas, porque esto es un trabajo que demanda mucho esfuerzo y sacrificio. Soy una persona muy intiuitiva, y la personalidad me llevó a estar en este lugar, con el apoyo de la familia y el equipo. Siempre me imagné en televisión, como actriz o cantante, pero nada que no imagine ningún chico.
–¿Tus chicas quieren ser como vos?
–Como yo, no. Escuchan otro tipo de música. Si van a ser artistas, no lo sé. Sí van a tener mucha relación con la música, con el arte. Todo ser humano debería hacerlo.
Soledad se divierte contando la anécdota, que terminó con el cartonero y un café de por medio. Sonríe con su sonrisa perfecta, y acompaña el cuento con el agradecimiento de poder moverse con tranquilidad... incluso por las calles del mismo Cosquín en el que aquella adolescente cambió su historia y encabezó el último gran movimiento del folklore argentino, a mediados de la década de 1990.
“He caminado por esa calle muchas veces entre medio de la gente. Salvo los más fanáticos, en general me suponen más grandota. Me pasa mucho”, detalla, y cuenta que la última vez que cantó en Cosquín fue al popularísimo balneario Playas de Oro de Carlos Paz, y con una gorrita pasó inadvertida. “Está bueno, a mí me beneficia. Lo más difícil de ser artista, y sobre todo siendo mujer, es que uno quiere estar siempre bien, desde lo estético o desde lo anímico. Controlar eso con la gente es muy difícil, y a mí me costó mucho. Si bien parezco avasallante en el escenario, en la vida real me gusta otra cosa. Cuando alguien empieza a gritarme en la calle probablemente quisiera que la tierra me trague. Pero entiendo que el público no pueda pensar que me pondría tímida, y esa timidez se puede confundir con ‘qué odiosa que es esta mina’”.
Allí llega la confesión inesperada: la deuda pendiente que tiene es encontrar el disco 100 por ciento Soledad. “En la carrera de los artistas siempre hay un disco que es ‘El’ disco, donde al escucharlo uno dice que ahí está la esencia pura del artista. Todavía estoy en busca de eso”.
Soledad asegura que hace tiempo que está componiendo, y que tiene preparadas canciones como para sacar un disco ahora, pero: “Las características de ese disco no son las del que estoy buscando. Sé que va a funcionar, sé que va a estar bien, pero estoy pensando ir un paso más allá”, dice.
Casi en paralelo, la Sole tiene preparado un gran show para esta noche, con sólo dos canciones y media (un pedacito de El tren del cielo) iguales al que ofreció para sus 20 años. “Hay muchas inéditas, la mayoría mías, junto a otros autores. La idea es apostar. No es lo mismo un show para un festival que pensar un disco”.
–¿Cuando ves los discos editados te encontrás vos?
–En esencia, sí. Ahí está siempre una mujer soñadora, avasallante, intuitiva. Después, como me cuesta mucho decir que no eso me ha llevado a hacer cosas que no eran exactamente lo correcto, por agradar. Mi gran defecto ha sido querer agradar siempre. Un periodista me dijo que quizás llega el momento de no tener que agradarle a todo el mundo. No me voy a convertir en un monstruo, pero por ahí uno se olvida de lo más importante, que es agradarte a vos.
–¿Qué creés que no te perdonarían tus fans? ¿Un disco de rock?
-Los fans me perdonarían muchas cosas, pero no que yo no sea yo. De todos modos, el público elige diferentes facetas de Soledad. Podría abordar muchos géneros: me gusta el bolero, el rock, la cumbia, el folklore. Cuando canto otros géneros siento que lo puedo hacer, pero no significa que eso sea lo que la gente elija de mí. Hoy estoy en un momento de mi vida y de mi carrera como para despeinarme un poco. Salir un poco de la estructura... y esto no tiene nada que ver con hacer o no folklore. Esa discusión es antigua. Creo que lo que logré con los años es la identidad, y lo que me cuesta es mantener la identidad. La impronta está dada por el color de la voz, la interpretación, pero musicalmente siento que hay un gran desafío.
–¿Pasa también por un hit?
-Los hits ayudan y mucho, pero tampoco es eso. Hace años que no tengo un hit. El tren del cieloes de 2006. Pero siento que lo que te sostiene es el vivo, y los medios que me han elegido como un personaje que incluso supera al artista. A veces pasan especiales de Soledad en la tele... ¡Y no sé por qué los arman! Evidentemente hay una crisis de personajes en todos lados, no en la música, y los que estamos desde hace tempo vivimos una situación de privilegio.
–En aquellos años de Cosquín, ¿imaginabas a la mujer en que te ibas a convertir?
–Es difícil. En mi caso, todo lo que me ocurre es como muy lejano a lo que uno hubiese podido pretender, casi como un cuento de hadas. Lo digo así para que se pueda interpretar la diferencia abismal de lo que ocurrió, no porque sea un cuento de hadas, porque esto es un trabajo que demanda mucho esfuerzo y sacrificio. Soy una persona muy intiuitiva, y la personalidad me llevó a estar en este lugar, con el apoyo de la familia y el equipo. Siempre me imagné en televisión, como actriz o cantante, pero nada que no imagine ningún chico.
–¿Tus chicas quieren ser como vos?
–Como yo, no. Escuchan otro tipo de música. Si van a ser artistas, no lo sé. Sí van a tener mucha relación con la música, con el arte. Todo ser humano debería hacerlo.
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