Nuestra primer portada

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Revista "Madre Tierra"

miércoles, 1 de junio de 2011

HISTORIANDO CANCIONES


 

LA CAUTIVA
SERENATA
Recopilación: Edmundo Cartos



Cuentan que Edmundo Cartos la tomó en alguna guitarreada en los pagos cordobeses de un muchacho que conoció llegado del litoral o tal vez del Paraguay, quien se la pasó a su manera y Cartos la adoptó  y arregló en tiempo de serenata. Así llegó  a las manos y supo grabarla con singular éxito el cantor jujeño Jorge Cafrune, quien habría escuchado el tema de un cantor amigo en un bar de la ciudad de Córdoba. El tema no está registrado oficialmente, y fue grabado además por Los Tucu Tucu, entre otros.
También es conocido como "Recliná niña tu frente" o "El romance del cacique y la cautiva". La letra posiblemente tenga ascendencia española, pero en sus versos se emplean palabras en guaraní como en el caso del nombre del cacique (Al Boreví), también aparece guaviyú, un árbol de gran copa, frutal y medicinal, tuyú que en guaraní significa barro blanco o lodo (no olvidemos que en 1580, Hernandarias desde el  Paraguay llegó hasta Tandil acompañados por indios guaraníes evangelizados), y hasta la palabra aduar, término árabe que significa aldea, vivienda, casa. Tales expresiones han sido seguramente utilizadas por el autor de origen anónimo en virtud de su residencia guaranítica y por lo tanto empleadas en el cancionero zonal.      



Reclina niña tu frente
sobre mí,
que aquí reina un fresco ambiente
y en las cuchillas se siente
un perfume de alelí.

Reclina bella cautiva,
amorosa y sensitiva,
en brazos de Alborerí,
quien te ama con ansia ardiente.
Recliná niña tu frente
sobre mí.

Si tus ojos son ardiente
resplandor
tus pupilas transparentes
como el agua de la fuente
de purísimo color.
Quien al verte no te mira,
y por ti niña suspira
a ti sola quiere amar,
y cautivo uno se siente,
si tus ojos son ardiente
resplandor.

Las cristianas hechiceras
del Aduar
van gimiendo plañideras
su infortunio y su pesar.
El cacique no las mira
y por ti niña suspira
y a ti sola quiere amar,
aunque giman plañideras
las cristianas hechiceras
del Aduar.

Al ardiente mediodía,
cuando vierta su armonía el tuyú,
estaremos garza mía
en la fresca sombra umbría
bajo un verde guaviyú.

Tú en la hamaca recostada
y en mi pecho reclinada
y junto a mi frente tú,
al ardiente mediodía,
cuando vierta su armonía
el tuyú.

Qué más quieres mi cristiana
para ti
si tu frente se engalana
con la pluma soberana
del cacique Alborerí.
Tendrás joyas y tesoros,
tendrás perlas y collares
que en la guerra conseguí
entre sangre castellana.
Qué más quieres mi cristiana
para ti.


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