Nuestra primer portada

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Revista "Madre Tierra"

domingo, 10 de febrero de 2013

Haciendo algo de Historia


LA NIÑA
Zamba
Música: Eduardo Falú - Letra: César Perdiguero
 
La casa de don Baltazar Guzmán parecía un gran pájaro, reposando con las alas abiertas en lo alto de la loma. Y ese pájaro cobijaba la generosidad del dueño de casa y de "la patrona".
¡Que  viajero no ataba su caballo al palenque de don Balta para escucharle luego decir!
-¿Que  va  a tomar,  don?...Y silenciosamente, la galería y los horcones* blanqueados se iluminaban de oculta alegría desprendiendo chispazos de la rubia cabellera de "la niña".
Sus dieciocho años se trasladaban en pos de una enorme bandeja llena de vasos y botellas que se vaciaban en rapidez proporcional de la sed de los siempre numerosos visitantes.
Los enormes  y rasgados ojos de la jovencita se asombraban ante las proezas guitarrísticas de Eduardo Falú y la charla aguda y poetiza de César Perdiguero. Ambos amigos, que por entonces hacían dúo de canto, frecuentaban la casa de don Balta, el que apenas divisando entre el polvo de los caballos el gran sombrero "alón" de Falú y las bombachas blancas de Perdiguero, acercaba otro costillar al asador.
(* horcón: poste con una horqueta en lo punta). 
 
Los amigos, a veces no sabían como agradecer la generosidad  acogida de don Balta, la  efusiva simpatía de la patrona y la dulce y silenciosa atención de "la niña". Perdiguero resolvió un día desprenderse de su poncho de alpaca para homenajear caballerosamente los hombros de ésta ultima. Al mismo tiempo ambos músicos decidieron que para la próxima visita harían dos presentes: una guitarra para que los dedos laboriosos aprendieran los secretos de los sonidos, y una zamba que se hiciera voz y danza en la grácil  figurita.
Paso un tiempo de caminos y tomaciones. Los cerros salteños, tucumanos, jujeños y catamarqueños les vieron ir y venir entre valijas y guitarras, y escucharon sus voces desde los parlantes de las emisoras interprovinciales. Aplausos, amigos y canciones. Pero el artista se encuentra frente asimismo, agoniza  de distancia, se arrebuja en su nostalgia y demanda horizontes.
César Perdiguero y Eduardo Falú volvieron a su Salta, ávidos los dedos de la flexible dureza de las riendas y del isocrono golpeteo de los cascos sobre la tierra húmeda de llovizna. Nada huele mejor para quien ama su tierra, que el pasto tierno bajo la lluvia, el corral de las vacas y el aroma de los eucaliptos  ¿Y qué  mejor para gustar todas esas sensaciones juntas que asistir a una yerra en la finca de don Balta?
Allá fueron en un camión ambos amigos, no sin antes comprar apresuradamente una linda guitarra para "la niña". Aunque el viaje  era poco cómodo, se empeñaron en cumplir lo prometido: esa guitarra debía ir acompañada de una zamba, y el paisaje todo, los barquinazos casi rítmicos, el viento susurrándoles al oído y el recuerdo de la mirada de "la niña", serían los mejores inspiradores para  aquellas estrofas:
 
Era deudor y le pago, niña de mi corazón,
Quiero cantar en su halago, la zamba que debo yo
Desde la hondura del valle, hasta Lumbreras llegué
(Salta está en el valle de Lerma, Lumbreras cerca del Río Juramento, desde Salta hacia el sur, por ruta 34)
Y al divisarla en la tarde por su nombre pregunte.
Estribillo
De un manantial  surgió su voz:
Niña me llaman los criollos, niñitay te llamo yo.
 
La mitad de la zamba llegó con el camión hasta el portón que se abría hasta la galería donde asomaba ya el rostro de "la niña". Rostro embellecido por una silenciosa ilusión que los padres no entendían. Rostro aparentemente imperturbable, dentro de su equilibrio y prematura inmadurez. Rostro que confesaba resignaciones y desesperanzas.
Faltaba sin embargo la mitad de la zamba, que quedaría postergada para la próxima visita.
Y tras de la yerra y las prolongadas libaciones y cantos de todo el paisanaje reunido, el brazo en alto de "la niña", pintaba en el aire una promesa de la esperanza.
Poco tiempo después, sin embargo, "La Niña " quedo huérfana y sola en el caserón de la loma. Sus ojos no podían resistir el interrogante del misterio. Su pelo no quiso entregarse al susurro del viento. La guitarra moría de sombras  y silencios. La respuesta estaba en la bala de la pistola que acompañaba su soledad y que se alojó justamente en lo palpitante de sus sienes blancas. La zamba tuvo de pronto una segunda parte muy triste.
 
Tu madre dejó una estrella y en tus ojitos el sol
Estrella y sol se quedaron alumbrando  mi canción
 
De cuando en cuando regreso para dejarle una flor
Sobre su ausencia que se hace río turbio del adiós.
 
Estribillo
De un manantial surgió su voz
Niña me llaman los criollos, niñitay te llamo yo.

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