HISTORIANDO CANCIONES
TRAGO DE SOMBRA
Zamba
Música: Eduardo Falú - Letra: Jaime Dávalos
Y es el mismo Jaime
Dávalos quien
nos cuenta estas historias fantásticas en las que no sólo se trasluce la
profunda amistad que los une, sino también la genialidad creativa de dos
hombres superlativos, representantes de nuestra cultura musical.
"Siempre
soñando la música, su lenguaje viejo como el mar, su lenguaje solicitando la
palabra que lo contenga, he oído una y mil veces la canción que mi amigo jugaba
y hacía entre las cuerdas arrancándoles la luz, la visión del mar. Yo lo
veía al mar, veía también la cordillera donde la tonada valsea entre la
sucesión navegable de filos azules, de oleaje geológico, la lejanía... Una
nostalgia antigua de Dios me hizo juntar mar y cordillera para que al borde de
la más cósmica desolación el amor hallara sus palabras”.
"...Y nunca te he de
olvidar..." sobre la arena con una vara de tamarindo, ella escribió su
juramento antes de separarnos. ¿Era en los médanos de la cordillera? ¿Era en la
playa de aquel río furibundo que bajaba de la montaña revolcándose en su lodo y
su espuma? ¿Fue allá en las arenas donde el mar en semicírculos tendía sus
burbujeantes redes bajo las menudas patitas de las gaviotas?”
"...el viento lo fue
borrando..." ¿qué fundamento puede ser si no está escrito en el hueso, si
no lo grabó la sangre, más fuerte que la muerte o el olvido?”
El amor es eterno en el instante, su
densidad un impulso que lo proyecta de vida en vida hacia la perfección final.
Y mientras Eduardo ajustaba los dedos a
lo que quería decir y cómo lo quería decir, me afanaba por que la palabra fuese
la que me dictaba la música, la que me decía en bulto alucinándome al oído,
demandándome este corazón que se ha de comer la tierra".
"Tenía yo diecinueve años cuando
ví por vez primera el río Paraná. Vine al sur en un tren de carga con tres
changos más: El Polaco, El Coya y Germita. Tres reos de esos que nos regala la
frecuentación de una esquina, un sentimiento solidario de barriada, la luna, el
pucho, los sueños sin salida de la adolescencia. Nos bajamos del carguero en
Campana, y fuimos a pedir comida al puerto porque de tanto tomar mate cocido
veíamos verde hasta las salinas. El río nos manifestó su generosidad en
aquellos marineros de remolcador que nos regalonearon con todo lo que tenían.
El río color puma, pasaba relamiéndose los cascos de las balsas y canoas,
mientras mis ojos rajados de ver país adentro sus desolaciones resecas, también
lo lamían, lo acariciaban enmelándose en la untuosa luz de su movediza pradera
de aguas. Ahí debe haber nacido esta canción, nació en mi sangre como un
diálogo mudo con el río".
"Dame a beber de tus ojos,
dos tragos de sombra
de tu corazón".
dos tragos de sombra
de tu corazón".
"Con el ocico sumido como zorro
que a (sic) chupao alumbre, entró silbando Eduardo. Yo habitaba entonces uno de
esos anticipos de la cobacha, un departamento donde la luz era un rezagado y pálido
recuerdo del crepúsculo. La llegada de mi amigo me traía una euforia festiva de
preso en día de visita. No me faltaba un chango entre mis hijos para que
oficiara de "andá trai" y enseguida fleteábamos al almacén a uno para
que nos arrime un trago inductor de la confidencia. Tras largo charlar no
bien se nos agotaban las novedades venía la pregunta de siempre:
-- Y... ¿Qué estás haciendo? --
Ya sabía yo que alguna melodía se le desovillaba en aquel silbidito augural con
que había traspuesto la puerta.
Aquel día comenzó a silbarme lo que
después iba a ser la zamba "Trago de Sombra", pero a esa distancia
mano a mano me cosquilleaba el oído como si se me metiera un mosquito.
-- ¿Baisano, bara qué la hací?
La llena la oreja di baba y vientito ché, a la bobre compagre Dávalu.--
Falú se rió con esa lozana generosidad
de siempre, aunque a ningún pelao le gusta que le tomen el pelo y me pidió la
guitarra, ya sabía que mi guitarra era una de esas de mala muerte, que sin más
pretensión que la de acompañar el canto, nacen destinadas a ser tablas de lavar
penas o ponchos de algún oyente descomedido.
--¡Linda guitarra! ¿Ladronde l'as
sacao? -- y siempre en tono de broma añadió, ya para darme jaque mate
aprovechando el estupor mío:
--Que, l'as cambiao por un balde?...--
Balde y todo, aquella guitarra flaca e
introvertida (regalo de mi amigo César Espejo) y más tímida que perro retao, en
las manos del mago se puso lujosa de sonidos y nos ató una vez más el corazón
en el canto: dio a luz "Trago de sombra”.
Fuente: Juan Carlos Fiorillo.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario