SERENATA A CAFAYATE 2013
PRIMERA NOCHE:
CON VOZ DE SERENATA
“Qué sabor tendrán las uvas este año en Cafayate”, dice la letra de una
canción de Báez grabada por Las Voces de Orán, que hoy estarán en el escenario
de esta serenata que comenzó con muy buen tiempo. Y fue sabor a tierra
cancionera y lugar bendecido por sus vinos donde el torrontés ocupa su lugar
privilegiado.
“Mal de luna”, el viejo vals con música de Luis Martino y letra de Julio
Camilloni, fue el elegido por aquellos hacedores de esta maravillosa
convocatoria que en sus noches de serenata enamoraban a las muchachas de
entonces, y que en las voces de Cafayate Canto abrió la gran fiesta nuevamente
este año. Hoy se cuenta que este grupo perdió hace muy poco a Quiquinto, uno de sus integrantes y el
folklore vallisto quiso rendirle su cabal homenaje a su entrañable cantor.
El “Alegrate Cafayate” de la vieja copla anónima, se hizo grito una vez
más y la danza nativa fue bienvenida en la inigualable convocatoria que
significa esta reunión en el territorio de aquellos bravos habitantes que le
dieron nombre a este pueblo lleno de pujanza y destino.
Los algarrobos, los guardianes de siempre del escenario, en la cálida
noche serenatera acompañaron una larga programación que culminó con la claridad
del día. Pasaron Ubaldo Díaz el escultor cantor, en grupo andido Inti Khari,
Los de Cafayate, Los del Portezuelo, el bagualaero y coplero Solano Cardozo, El
Tigre Cayón que le puso el sello
serenatero a su pago querido, con el joven Lautaro D’amico en bandoneón. Una
maravilla lo suyo.
Y si de bandoneón hablamos qué decir cuando Juan Carlos Marín en alta
escuela puso su impronta sobre un escenario que se enorgullece presentar a
estos talentos musicales. Verde Trébol, son tres voces para una
interpretación bagualeando que emocionó a propios y extraños, que ya casi
llenaban el predio y no se hizo esperar para dar el primer gran aplauso.
Mientras el hijo del Payo Solá en especial invitación gozaba del
espectáculo junto a su esposa Terucha Solá, entre otros distinguidos
visitantes, los carperos de los Salamanqueros daban rienda suelta a sus temas,
hasta que Los Izquierdos de la
Cueva con sus mejores interpretaciones pusieron de pie a la
platea juvenil. Mientras, las vendimiadoras, las niñas cafayateñas, repartían
el noble fruto de su región calchaquí. Y Rosaura en cada copla animaba
alegremente.
Plato fuerte la presentación de Guitarreros, con una seguidilla de
ritmos que sabe levantar al público y ya son conocidos por su repertorio dispar
y contagioso. El humor de Capuchón González hizo el paréntesis para el recital
de Abel Pintos, entre medio de un notable recibimiento con su estilo tan
particular que ya lo tiene instalado en el corazón de los más chicos, que lo
siguen con devoción por todos los rincones de la patria nuestra. Además su voz
es una flecha que se clava en el milagro vocal que provocan sus canciones. Todo
en la bodega que nos encanta era fiesta y lo demostró Abel cuando comenzó
cantando sus nostalgias de amores lejos, envolviendo el ambiente de los sueños,
porque los recuerdos nos hacen dar vueltas entre los duendes tan juguetones
como siempre, que en este tiempo suelen andar la noche atrayendo el canto.
Las niñas de la vendimia han cumplido su horario y se van para volver
mañana. Ellas son parte de un coplerío que las nombra diariamente en esa bodega
elegida por los dioses del vino nuevo.
Por esta tierra milagrosa también pasaron Las 4 Cuerdas, un grupo que se está
dando pasos por los festivales del país, porque suenan bien en una sucesión de
saya, tarantelas y reggaeton. Sorprendió su “Quiero ser tu sombra”, con
violines en enjundiosa armonía para volver a una chacarera y a su origen.
Hasta que Sergio Galleguillo trajo su Rioja natal a chayar, festejar y
cantar con la frescura natural de la harina, la
albahaca, y hasta la espuma que por estos tiempos manda en el carnaval
que se fue hace unos días atrás. Aquí sigue siendo alegría cuando canta
Galleguillo y la gente baila y baila, y el vino cafayateño se deja estar en su
nombre.
Pasaron otros con el canto a cuestas, cuando la mañana andaba ya
iluminando el horizonte. Son las ocho de la mañana, el jueves nos dijo adiós,
nos vamos esperando a los cantores de mañana. El viernes asoma, mientras los
duendes descansan. Está linda la tierra cafayateña, tan linda como sus mujeres
de tez morena.
SEGUNDA NOCHE: LA DE LOS RECUERDOS
Cada vez que haya que nombrar a Cafayate, no se puede decir otra cosa
que “La hermosa”, esta tierra de viejos alfareros diaguitas que asombran con
sus creaciones como la saga de los Cruz, aquellos viejos herederos de un arte
que enorgullece el lugar que los vio nacer. Otros son los Cristófani, los
Cutipa, Nanni, como olvidar las manos mágicas de Calixto Mamaní que dejaron
impregnados de paisajes cada uno de sus pinturas. Cuando se dice paisaje, aquí
se dice cielo azul, buen clima, cuna de amigos, porque este milagro es también
cepa fecundada, torrontés del alma, vino de la memoria, canción enamorada.
Inmensa cantata en la oración de los
viñedos. En esta esencia que es el valle Calchaquí se produce el encuentro
vital de la cultura popular, mostrando a quien llega la resultante que los
cafayateños son los receptores ideales para cantores, poetas y músicos, que
cumplen con la brillante y espléndida tarea de juntar todos los años a las
familias folklóricas del país.
La segunda jornada serenatera comenzó con el tradicional grito que hiciera
famoso la voz inolvidable de César Perdiguero allá por 1974 cuando la primera
cita se dio en la esquina del Rosario y San Martín. A partir de ese momento, la
idea de Arnaldo Etchart se hacía raíz y compromiso. Maduro compromiso en el
corazón de un pueblo que desde los capayanes, dueños de estos territorios
sentaron los prestigios de su estirpe cancionera.
Como cuando el mosto de las uvas se hace vino compartidor en las mesas,
este cielo vallisto recibió a Los de Cafayate, quienes junto a su gusto chalchalero
hicieron el himno local cantando el vals que los identifica desde hace tantos
años. Ya están llegando las niñas de la Serenata con sus canastas repartiendo las uvas.
Se siente Cafayate cuando se nombra a los músicos de otros tiempos, como
cuando Luis Leguizamón, entre otros, le puso el sello a los recuerdos. Así
luego pasaron Ecos de mi Tierra, Los Hermanos Bravo, Noelia Condorí y Daniel
D’amico, que como todos los años hace de sus presentaciones un halago a la
música latinoamericana.
“En la cueva del Puma”, el poeta Vasconcellos ya andaba modelando los
versos que leerán los presentadores, mientras algunos periodistas acompañan con
sus críticas y aciertos la programación, que como la de noche tuvo altos
exponentes de la canción nacional.
Cuando el turno en la grilla presentó a Melania Pérez, un respetuoso
silencio acompañó sus interpretaciones llenas de un hondo sentir con su voz de
tiempo, lágrima y gozo, como cuando con “La Celedonia Batista ”
cerró un espacio serenatero difícil de reemplazar. Melania mostró que es la
misma voz de la tierra salteña para el regocijo general.
Pujllay con aires de carnaval y comparsa, al compás de gorros y diablos,
alcanzaron el aplauso con la danza en su esplendor y colorido. Después Los
Melli Ríos fueron dando lugar a la presentación de Las Voces de Orán que como
siempre con el caliente fervor que los caracteriza se ganan el inmenso aplauso
en temas como “La taleñita” de Pérez, suceso de una zamba que nació de nuevo a
la consideración de la música nuestra. Ya había en el predio más de 7.000
personas a esta hora. Son la una de la mañana. Las Voces de Orán son parte
indiscutible de esta reunión del canto desde muchos años. Por eso son tan
queridos.
Y el turno para el “Acuarela” Ulivarri, con sus hijos, trayendo parte de
tantas alegrías pasadas. Llega y canta. Es fundador y guitarrero. Con “Juan del
monte” nombra a Leguizamón y Castilla. Están Ciccone y Verón como acompañantes,
nada menos. Y cuando invita a cantar “Zamba del carnaval” a Melania Pérez, que
son de una misma generación, la emoción
puede más y es incontenible el entusiasmo y el final apoteótico. Recibe un
merecido homenaje, trofeo y diploma. Gracias por estas cosas.
A las 1,30 estaba prevista la actuación de Jorge Rojas, y así fue, a esa
hora puso en acción su garganta que cada vez anda mejor, y la “yapita” pide el
cantor, justificando todos los aplausos con una actuación descollante en un
espectáculo conocido tal vez por algunos, pero que siempre reúne las
condiciones de una fenomenal tarea. Todos bailaban, hasta el gobe y otros
funcionarios. Presentó a sus hermanos, además de una banda formidable y a una
bailarina que parecía un sueño. Gustó mucho dedicar “El Anacleto del viento” a los cafayateños.
Su tiempo tuvo un final de fuegos artificiales. Canal 7 está filmando, no en
directo.
Ahora llega la copla con Marcos Arjona que anda bagualeando lindo a
pedido del público, que se hace copla y la baguala picaresca se amanece entre
las risas y el desenfado. Ya vienen Los Manseros Santiagueños, que lamentan la
ausencia de Onofre Paz su fundador, una indisposición le impide estar presente,
y sus tres compañeros con la responsabilidad a cuestas cantan con toda el alma,
y todo el mundo responde no dejándolos bajar, han copado la noche con un manojo
de temas entre zambas, chacareras y vidalas. Han dado un ejemplo para imitar.
Han dejado todo sobre el escenario. El aplauso es unánime, una forma hermosa
para quedar en la historia grande de la serenata.
Y ahora son Los Huayra, esa nueva manera de encantar con sonidos de un
nuevo tiempo, y ofrecen “Fiesta” a todo orquesta y todo es algarabía,
comenzaron cantando a Serrat y vale la pena, con la bendita espuma como
invitada para penetrar con su voces en el júbilo que ya invadió la noche. Es
como que no termina nunca esta locura, siguen con “Ojala”, “La Solís Pizarro ”,
“Zambita del musiquero”, “Cuando te vi”, y dejan para el final “Soy el diablo
de Humahuaca” y la gente ha conseguido
sumarse con frenesí a las gargantas de Fuentes, Vasconcellos, Jiménez y
Benavídez. Que más se puede pedir. Todavía faltan varios números. Qué hora
andará siendo.
La coca encuentra en un poema su ideal itinerario, alimenta el vino las
alegrías y en las bocas de los cantores
vamos acompañando a los duendes en sus travesías por el amanecer.
Esto es un misterio que esconde en sus entrañas la tradición milenaria
que reúne canto y vino, y llega con ancestral delirio y sin vueltas, va
anunciando en cada golpe de caja con la
chirlera atenta, el asombro que rodea el torrente serenatero en la boca del poeta César perdiguero cuando
dice:
Es una maravilla esta
cantata
La que en la noche
misteriosa esplende
Tiene azul de romance,
tiene duende,
Y un destino de luna y
serenata.
TERCERA
NOCHE: EL OFICO DE CANTOR Y DESPEDIDA
Y llegó la tercera y última jornada de la Serenata a Cafayate, la
fiesta grande del pueblo que inició su despedida pasadas las 21,30, y el
comienzo dio lugar a la infaltable cita con “Mal de luna” con Cafayate Canto.
El primer plato fuerte fue Elpidio Herrera y sus Sachaguitarras, que con su oficio
de luthier y músico supo conmover a un público que por esas horas todavía
esperaba entrar a la
Bodega Encantada. Fueron suficiente 4 temas que le dieron
para demostrar su capacidad y esa calidad que hace de este artista un símbolo
de la música tradicional santiagueña. Otros que dejaron su mensaje cancionero
en los comienzos fueron Los Liendro, El Toba Toledo (con su dejo de Alvarez
Quiroga) y La Sofi ,
guitarrista ganadora Pre Serenata solista instrumental.
Claudia Pirán desde su San Juan natal trajo su exquisita voz para
consumar una actuación que la tiene como protagonista por muchos festivales del
país, y así entre temas folklóricos y otras cosas le dio el primer brillo
musical a la noche. También Juglares, que es un conjunto salteño, se fue muy
aplaudido.
Aquí los grandes protagonistas de la serenata son sus duendes,
habitantes naturales de la bodega devenida en el centro musical del valle
Calchaquí. Espacio cancionero, sitio perfumado por viejos toneles donde muchos
de esos duendes serenateros supieron enamorarse bajo los algarrobos en los
febreros cafayateños.
Cuando les tocó el turno a Ezequiel Chávez y Romina Cortéz, un aire
fresco de canciones en sus labios fueron mostrando una formidable renovación
que muy bien le hace a lo nuevo de nuestro folklore. Además, demostraron sus
aptitudes como para ser considerado los destacados de este año.
Peteco Carabajal brindó un recital a su medida, con nuevos temas de su
reciente material discográfico, para luego finalizar con sus famosos caballitos
de batalla que entonaron todos sus seguidores y así fue levantando el ánimo
popular que lo despidió con una ovación. Lástima que alargó su espacio al doble
de lo permitido y de esa manera se fue atrasando toda la programación. Además,
también hay que hacer notar las demoras en la que incurren los presentadores,
alargando las mismas hasta el hartazgo, que también tendrá que ver con la
lentitud en acomodar los instrumentos del próximo número.
Que no estén tristes los cafayateños, porque habrá vino y habrá amigos
en la noche final, hay que alzar los vasos de la alegría, del canto y la
poesía. Hay que elevar la voz para propagar la copla que se vuelve vino en
vidalas y bagualas. No olvidemos que fue el duende del vino el que ha inventado
esta sonriente convocatoria, por eso hay que juntar al grito de ¡Alegrate
Cafayate!, el romance de la luna con la música.
Se está poniendo linda la última noche, después del homenaje de gente de
Tucumán al poeta Miguel Angel Pérez, fallecido recientemente, el Dúo La Risa que conforman los
hermanos Colque, abogados ellos de profesión, hicieron su número con un
profesionalismo que llevan en la piel. Sus imitaciones de Guarany, Jorge Rojas,
Lo Nocheros, entre otros, causaron una verdadera ovación en el predio que los
despidió con un cerrado aplauso a estos hijos del pueblo de Vaqueros.
Con Mariana Cayón más aún se exaltó el entusiasmo del público ante una
masiva concurrencia, se hablaba de más de 9.000 entradas populares vendidas,
más las 3.000 de plateas, todos ansiosamente esperaban al Chaqueño. Así es este
pueblo que ama el folklore porque esta serenata ha nacido como el gran mensaje
que cumplirá sus cuarenta el próximo año.
Esta tierra no olvida a sus hacedores. Cómo olvidar a Arnaldo Etchart,
César Perdiguero, Juan José Coll, Cuchi Leguizamón, Manuel Castilla, Jaime y
Arturo Dávalos, Eduardo Falú, José Ríos, y tantos otros.
Desde la gatera serenatera el singular estilo del santiagueño Marcelo
Toledo le va poniendo el condimento especial para la presentación de Los Tekis,
que con su particular sello marcan su recital desde le principio al final con
una sucesión de exitosos temas, como los de su último trabajo, como otros
éxitos que corean sin descanso sus miles de admiradores. Como siempre, es una
fiesta presenciar sus actuaciones y una saludable costumbre tenerlos en los
diversos escenarios.
El programa se estrecha con un tema nada más para los que van quedando,
son el Grupo Imán, La Yunta ,
Bruno Arias, entre otros, porque ya la figura principal de la noche tiene que
subir, es el Chaqueño Palavecino y su gran orquesta criolla, más los chicos de
la orquesta sinfónica juvenil de Salta que lo está acompañando desde todo el
verano. Y entonces como ocurre desde hace años, la multitud que lo sigue
esperará el amanecer acostumbrado, porque su cantor de oficio le devolverá la
inmensa alegría con sus canciones que ya son parte del patrimonio folklórico de
esta tierra nacida para el canto popular.
Sabemos que siempre se vuelve donde se siembra el amor. Entonces será
necesario brindar por esta cita anual, por este hecho cultural fundamental del
valle Calchaquí. Será por el milagro de esta espléndida idea, por los
amigos alzando las copas que nos esperan para los ansiados próximos cuarenta
años que se vienen.
Está todo dicho. Hasta el año que viene, nosotros volveremos a ser la
voz de la tierra que sedienta de cantores aguardan la señal para hacer de este
tiempo un grito que una vez más nos hace decir que el próximo encuentro nos
encontrará nuevamente en Cafayate, la hermosa.
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