El Pombero es un divertido personaje de la mitología guaraní. Es un ser travieso, que desordena la casa, extravía los objetos, rompe o descompone los aparatos, dispersa a los animales, roba tabaco, miel, huevos o gallinas, desparrama el maíz, espanta a las aves de corral y abre las tranqueras dejando escapar al ganado, tira al jinete de su montura y asusta a la cabalgadura...
Se lo conoce también con los nombres de Py-ragüe (pies con plumas), Karai-pyhare (Señor de la noche) y Kuarahy-Yara (Dueño del sol, tal como se lo conoce en el mito mbyá del sur del Brasil). E igualmente con el nombre de "Chopombe" (abreviatura de Cho - que equivale a la expresión castellana "Don") - y Pombéro.
Se lo describe como un hombre alto, flaco, de abundante vello y que a veces luce un enorme sombrero de paja y, a veces se muestra andrajoso y con una bolsa al hombro. Otras versiones lo definen como un hombre más bien bajo, fornido, muy moreno y retacón, con manos y pies velludos cuyas pisadas no se sienten (algunos sostienen que podría tratarse de un aborigen Guaycurú, pueblo con los cuales los guaraníes tenían continuos conflictos). Sus pies se pueden dar la vuelta, de manera que confunde a aquellos que quieren seguirlo. La mayoría de las versiones coinciden en describirlo con la boca grande y alargada y los dientes muy blancos; los ojos chatos, como los del sapo, una mirada fija, como la lechuza; y las cejas de pelo largo.
Inicialmente era considerado un genio protector de las aves de la selva. Sin embargo, a medida que evolucionaba el mito fue "adquiriendo" nuevas habilidades: poder mimetizarse con facilidad o metamorfosearse en cualquier animal, imitar el canto de cualquier ave (en especial las nocturnas), hacerse invisible, deslizarse por cualquier ranura u orificio.
Es muy atrevido ya que en sus andanzas nocturnas gusta de despertar a las mujeres con el suave y escalofriante roce de sus manos. A veces las secuestra y las posee, y después de saciarse las deja ir, generalmente embarazadas, en cuyo caso el hijo nacerá muy parecido a él.
Si se habla mal de él puede vengarse molestando o ensañándose con esa persona. Un mero roce con sus manos peludas puede producir que la persona se torne zonza, muda o experimente temblores. Para granjearse su amistad se le suele ofrendar tabaco de mascar, miel o botellas de caña, dejando estos productos cerca de la casa y rogando al Pombero que no haga más daño.
Tal vez la más famosa mención al Pombero sea en el estribillo de la canción "María va" de Antonio Tarragó Ros y que inmortalizara Mercedes Sosa:
"Mirar rasgado, patitas chuecas, María va, pisando apenas la arena ardiente, María va, calcina al monte un sol de fuego, María va, temor Pombero, palmar, estero, María va, quiso la siesta ponerle un niño a su soledad, de trigo y luna, y de su mano, María va, por el tabacal, tu paso María va, y se bebe el sol, que huele a duende, María va [...]"
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