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Revista "Madre Tierra"

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Historias del “Martín Fierro” en el mes de la tradición






En el año 1998, el gobierno nacional recibió uno de los mayores tesoros de la cultura del país: una pequeña y deteriorada libreta de pulpería, algunas de cuyas hojas fueron comidas por los ratones. En esas páginas amarillentas de papel de estraza, José Hernández escribió algunos poemas de amor, y los siete cantos y medio que se conservan de la primera parte del Martín Fierro.

 

Esa libreta de almacén de 10 x 15 centímetros es el único texto detectado, de puño y letra de Hernández, de lo que se conoce como La ida. Las tachaduras y correcciones no son tantas, por lo que los expertos deducen que se trata de un segundo borrador. El original, con las modificaciones finales que aparecieron en la primera edición de 1872, jamás fue encontrado.

La humilde libreta estuvo a punto de ser vendida -por un precio muy superior- a la Universidad de Texas en Austin que, en The Latin American Collection, posee la serie más completa del mundo en publicaciones del Martín Fierro.

"La historia de la libreta se parece a la del propio personaje", se dijo.

El primer acto tuvo lugar a mediados de los años 30 del siglo veinte. "Mañana vamos a ver el Martín Fierro", anunció en clase Amanda Valfredi de Castello, maestra de tercer grado de la escuela porteña Obra de la Conservación de la Fe, ya desaparecida. Al día siguiente se le acercó el alumno Galotta: "Tome, señorita, esto se lo manda mi abuela". La abuela estaba convencida de que esa libreta era el original del libro, ya que lo había recibido de manos del propio Hernández, durante una visita que hizo a San Juan. La libreta quedó en el armario del aula. Pocos días después, Galotta dejó de ir a clase. A fin de año, cuando la directora pidió a las docentes que desocuparan los armarios, Valfredi de Castello se llevó el manuscrito a su casa.

Años después, el azar calcó este episodio. "Mañana vamos a hablar de poesía gauchesca", anunció en el Colegio Nacional de Buenos Aires la profesora Angela Blanco Amores de Pagella. Al día siguiente, su alumno Castello le acercó la libreta de pulpería: "Esto se lo manda mi mamá para que lo mire". Especialista en literatura argentina, Pagella sabía que los originales de la primera parte estaban perdidos, y tuvo la esperanza de que fueran los que tenía en sus manos. Pidió prestado el manuscrito, y durante varios años realizó estudios grafológicos, scopomótricos y estilísticos. El texto fue analizado por varios peritos, incluida la calígrafa pública nacional María Tarka de Zamponi. Se lo desmenuzó también desde la crítica genética, que examina el proceso de creación y corrección de los autores. Todos llegaron a la misma conclusión: se trataba de un manuscrito de Hernández. Se cree que el escritor y político pudo haberlo garabateado cuando estaba escondido en el Hotel Argentino, frente a la Plaza de Mayo. Ya se había alejado de las tropas de Urquiza y estaba entreverado con los guerrilleros del entrerriano López Jordán, sindicado como el inspirador del asesinato del ex presidente.

Fuente: Diario Clarín. 19/3/1998.

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