Nuestra primer portada

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Revista "Madre Tierra"

sábado, 26 de enero de 2013



Facundo Saravia: “Dame sólo una guitarra y vamos andando”





Uno de los folcloristas bonaerenses “más cuyanos” protagonizará hoy la clausura del X Encuentro de las Naciones de Junín.


Él es uno de los pocos frecuentes cantautores dedicados a los ritmos populares que está igual de cómodo en un festival de alto perfil, en una plaza de algún distrito provincial o bajo el reflector de un escenario de Palermo. 

Porteño de nacimiento pero con un corazón calchaquí, creció escuchando a su padre Juan Carlos Saravia cantar zambas desgarradoras que se convirtieron en la banda de sonido de toda una generación de folcloristas ahora llamados clásicos: Los Chalchaleros. 

Si bien al pequeño Facundo, a mediados de los 70, le surgió el impulso por el formato trovador solitario, creó con dos de sus hermanos menores,  Santiago y Juan,  y un amigo de la casa, Los Zorzales. Este cuarteto equilibraba con ráfagas refrescantes una especie de modo chalchalero en evolución, aunque el destino lo fue desviando hasta tomar el lugar, de a poco, de Ernesto Cabeza, afectado por una enfermedad terminal y, a partir de 1983, se convirtió en un nuevo "chalcha". De hecho no sólo compartió docenas de escenarios, 16 años, junto a su querido padre Juan Carlos, sino que consiguió que el conjunto grabara varias de sus canciones.

Lo de él era componer y no tardó, en paralelo con su grupo paterno hasta su disolución en 2000, probar el estudio y casi sin darse cuenta, con los años, como una sucesión de anhelos superpuestos, se sumaron siete álbumes: "Transparencias" (1995); "Artesanos de la voluntad" (1997); "Facundo" (2002); "Por esas cosas de la vida" (2004); "Estaba cantado" (2006); "Buenas costumbres "(2008) y  "Rasgos naturales", una colección de canciones que viene a desgarrar en la cuerda de su guitarra hoy en Junín.

De lo nuevo, se escucharán "Zamba en vuelo", "Vaya a saber", "Sin respuesta" y otras fundamentales de su repertorio como "Por esas cosas", "A mi país", "Kilómetro 11", "Entredichos"  y "Luna cautiva", entre otras, donde se incluyen también sus particulares canciones con tópicos sociales, como "En espera", dedicada a la donación de órganos y "Viejo amigo" sobre la vida de los ancianos en un geriátrico.   

-¿Cómo surgieron estas letras con tópicos actuales y sociales?
-Es que desde niño me crié en Capital Federal. Era un pibe urbano criado en un entorno de folcloristas. Estos temas vienen de la calle, de mi infancia. Fijándome cómo vive la gente. "Viejo amigo" salió de una observación del hogar de ancianos que tenía frente a mi casa, de lo que sentía de los mayores de 80 años. Esa zamba contra las drogas -se refiere a "Después del resplandor" - está basada en la experiencia de un amigo muy cercano. Recuerdo: cuando la escribí sentí que era una forma de acercarme a él sin ser invasivo. La escribí para transformarla en un mensaje de solidaridad, para que no se cerrara y aceptara mi ayuda. 

-¿O sea que "En espera" tiene un correlato con la realidad?
-Sí. Totalmente. Vi en la tele a una niña de 8 años llamada Lucía que esperaba un trasplante y en cámaras confesó que le gustaba mi música. Me emocioné, me animé a llamar al canal, me contactaron con ella y me comprometí con ella a conocerla, a saber más de su conmovedora historia. Ya llevamos una relación de amistad de años. De hecho, ayer intercambiamos mensajes de texto. Ahora tiene 21 años. 

-¿Qué nunca falta cuando comenzás tu temporada de recitales de verano?
 -En realidad preparo mis cosas con tiempo. Meto en la valija algunas revistas deportivas como El Gráfico, una carpeta para dejar apuntes por si se me ocurre la melodía o el tema de alguna canción. Si tengo un fetiche, obviamente tengo que nombrar a mis guitarras. Soy muy cuidadoso con ellas. 

-¿Cuál es el escenario donde sentiste que era una cúspide de tu carrera?
-Para ser honesto, sería injusto pensar en un lugar particular. Uno se hace todo el tiempo y es el escenario, cualquiera que sea, una peña, Cosquín… para mí es siempre lo mismo, porque en cada uno, sin importar su tamaño, no me siento diferente. Me entrego con profesionalismo, con lo que mejor siento que me sale la música que hago. Le pongo la misma energía. Dame sólo una guitarra y vamos andando.

 -¿Te preocupa la diferencia entre lo que quedó en estudio y el sonido del vivo?
-En mis últimos recitales y durante lo que fueron las distintas presentaciones de "Rasgos naturales" siempre fui cuidadoso en dar, al repaso de mis canciones anteriores, nuevos aires. Algunas canciones me han salido enteras y otras han tenido que acomodarse con el tiempo, con los instrumentos. Otras necesitan madurar. "Entredichos", por ejemplo, es una de ellas. La imaginé y quedó tal cual. A otras, simplemente me gusta adornarlas con instrumentos diferentes a las que fueron grabadas originalmente; ponerle otra pulsión, una flauta traversa, una quena, por ejemplo. 

-¿Pensás que sos un cantante al que le gusta lo cuyano?
-Claro, siempre me lo hacen notar los periodistas, la gente. Siempre intento colar en mi repertorio, a donde vaya, alguna cueca o gato típicamente cuyano. A "La cuyanita" la toco siempre. Ahora justamente estaba pensando para el toque en Junín cantar "Todos la llaman cueca", otra que me gusta mucho interpretar. 

-¿Cómo se perfila este 2013?
-Este año está en camino mi próximo disco. Quiero ponerme las pilas con eso.  Cuando entro en la concentración del proyecto, puedo combinar con el vivo si sale, pero estoy como en boxes, en meditación, en alerta. Es un estado que disfruto. 

-¿Cómo es el proceso de elegir repertorio para tus recitales? ¿Cuáles son tus consideraciones?
-En mi caso, siempre pienso primero en la gente para ver qué voy a tocar. No priorizo una canción mía por ejemplo, por encima de otra escrita por otro. Digamos, no dependo de mis canciones. A veces algunas de ellas me dan un poco de pudor.  

Facundo Saravia, muy criollo a lo salteño, aunque aristocráticamente sobrio, se presentará con sus músicos de siempre, sus habituales desde hace años: Diego Gandolfo en percusión; Alejandro Pippo en bajo; Miguel Navarro en guitarra y coros; Pancho Díaz en flauta traversa, quena y sikus. 

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